domingo, 15 de marzo de 2009

La ciudad como motor del sistema actual / Un horizonte en movimiento


Hace un tiempo que vivo fuera de la ciudad. Ocurre que acá la percepción y concepción del tiempo es inevitablemente distinta. El tiempo recobra su valor de generador de experiencias. Cada momento no es sólo un minuto, es mucho más que eso y el reconocer al tiempo por la calidad de experiencias en vez de por la cantidad de ellas que vivamos por segundo es recobrar el valor de la vida. En la ciudad uno vive a 100 cosas/seg, como si dijeramos 100 Km/h que es la unidad de medida de la vida detrás del volante de un automóvil. La ciudad y sus artefactos están dirigidos hacia un ser humano robotizado, mecánico y polivalente en función del sistema, capitalista y globalizado, individualista y atomizado. Hemos perdido el respeto al mundo desde todos los ángulos posibles. Dejan de ser reales las distancias, son efímeras arriba de un automóvil, el metro, la micro, el taxi, el avión, el helicóptero, etc. Se pierde el respeto por las experiencias. Los instantes resultan imperceptibles ya que inmediatamente ocurre otro acontecimiento trás de él. De esta manera perdemos también nuestra bella capacidad de asombro. Ese concepto que tengo inserto en la memoria ya que tuve la suerte de haber tenido algún profesor de filosofía que se detuvo a enseñarnos un poco de aquello en el aula. Y era como escuchar poesía pero hablando de seres humanos. Cuando los seres humanos no eramos una amenaza para el resto de los seres, al menos no al nivel que lo somos hoy en día. Y puedo observar desde lejos como la ciudad te obliga a andar a su ritmo, que a medida que sea considerada mayor o menor desarrollada, será ése tempo más o menos acorde con el del mundo globalizado. La ciudad te hace conocer el segundo y sus milésimas, hasta el punto de asombrarte sólo de la gran cantidad de cosas que puedes hacer en un día. Si tan solo la mitad de esas cosas fueran en torno al ser intimo, al menos hacia la naturaleza o simplemente en valor de la sociedad, estaríamos construyendo un mundo mejor. Pero de lo que recuerdo y con nostalgia debo admitirlo, el 99% de las cosas que hice en mi vida de ciudadano en metropolis, eran para mi trabajo. Y sentía crecer cuando el creciemiento es una unidad económica, sí, era muy grande para ellos. Resulté ser muy funcional, casi robotizado si no fuera por mi falta de concentración, o déficit atencional para que quede claro que en medicina es algo desafortunado en tanto la palabra "déficit" viene de deficiencia y eso significa que algo me falta por lo que no podré considerarme completo, entonces era casi muy eficiente. Impensable detenerse ya que la ciudad promete no esperar y te muestra gráficamente cómo anda de rápido y es cosa de mirar al horizonte (increiblemente en movimiento) para observar cómo te vas quedando atrás. Y como nos criamos para correr e incluso estudiamos una "carrera", estamos muy bien entrenados para no permitirnos tamaña atrocidad: Quedarnos atrás. Atrás de qué? de seres que han sido capaces de escalar en la escalera social usando de soportes de apoyo o escalones las cabezas de sus hermanos, amigos o simplemente pares. Porque así es como se sube en esta sociedad. Ya no importan los valores ni principios, puedes guardartelos en el bolsillo y mejor dejarlos caer, alivianando peso, llevarás menos carga y tendrás más espacio en la mochila para acumular los billetes. Eso es jugar Metrópolis, tirar los dados y plantar edificios como si fuera una enfermedad. Y bien que aprendimos, a 60 años del lanzamiento del afamado juego de salón, hemos criado a nuestros hijos bastante bien; es cosa de mirar en qué se han convertido nuestras comunas. Ha desaparecido incluso el concepto de Barrio residencial, son ahora todos los barrios, comerciales, industriales y residenciales a la vez. Hemos convertido a los lugares en que vivimos en lugares inhóspitos para la vida. Reemplazamos los árboles por paraderos y basureros y plantamos colillas en vez de flores. Estamos mal.
Declaro mi deficiencia atencional y mi ineficiencia sistemática ya que el tiempo son las vivencias y afortunadamente ya no vivo en una ciudad.

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